Los primero que me ha llamado la atención de esta escritora es algo que tal vez sea un poco frívolo y tenga más que ver con mis obsesiones personales y es que no termino de comprender porque una mujer con un nombre tan sonoro como Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga necoesita un seudónimo. Y no es que me desagrade Gabriela Mistral, pero su nombre era tan sonoro que no necesitaba otro. Que alguien como yo, con estos pedazos de nombres tan llamativos «Anabel Rodríguez» lo requiera es más que evidente, pero me pongo a pensar en Lucila Godoy y sinceramente, es tan bonito que sobra ponerse cualquier otro nombre. Sin embargo ella tomó esa decisión y lo hizo rindiendo homenaje a dos de sus escritores favoritos: el italiano Gabriele D’Annunzio y el francés Frédéric Mistral. Ni que decir tiene que si se os ocurre algún seudónimo molón para mí me lo trasladéis que yo estoy dispuesta a tomarlo en consideración (y es que no os podéis imaginar la cantidad de problemas que puede llegar a dar un nombre tan común como el mío… algún día me animo y os cuento).
Gabriela Mistral nació el 7 de abril de 1889 en Vicuña, Chile, pero ella siempre sintió que su «amado pueblo» era Montegrande, donde vivió de los tres a los nueve años, y donde fue sepultada por petición propia.
Su padre, que era maestro rural, abandonó a la familia cuando Gabriela Mistral tenía tres años. Su madre Petronila (otro nombre que me encanta) era costurera, se estableció en Montegrande con su otra hija Emelina Molina Alcayaga, fruto de un matrimonio anterior, y mucho mayor. La hermanastra de Gabriela también ejercía de maestra y fue quien se encargó de enseñar a leer a la poeta, que años más tarde le rendiría un homenaje en su poema «La maestra rural»
Unos años después decidieron ingresar a Gabriela en un Colegio de «La Serena» para niñas, donde sufrió acoso por parte de sus compañeras, que llegaron a apedrearla, acusándola falsamente de haber robado material escolar (lápices, hojas…)Esto le llevó a dejar el colegio y formarse de manera autodidacta. En 1903 comenzó a ejercer como maestra en la escuela del pueblo de la Compañía Baja, próxima a La Serena, pero no fue hasta 1905 cuando decidió inscribirse en la escuela Normal de la Serena, donde le negaron el ingreso por las ideas que había ido vertiendo en artículos de periódico y que no eran aceptables ( la tacharon de atea y revolucionarias). Lo cierto es que siempre tuvo ideas propias, que le llevaron a cuestionar el acceso de la mujer al mundo laboral, pues entendía (y no sin razón) que la mujer pobre accedía demasiado joven al mercado laboral, en unas condiciones deleznables. Sin embargo ella continuó dando clases a los niños durante el día y a los obreros y peones por la noche. Sería en 1910 cuando conseguiría entrar en la Escuela Normal de Santiago para conseguir el título de maestra.

Gabriela Mistral en su primera Comunión
En 1907 fue trasladada a otra escuela en La Cantera donde conoció a Romelio Ureta Carvajal, que se convirtió en su novio y primera decepción amorosa de la escritora. El hombre la abandonó por otra y con el tiempo y tras sustraer dinero de la empresa que lo empleaba, terminó por suicidarse. Como quiera que encontraron una foto de la poeta en la cartera del tipo, la gente tendió a culparla de la muerte. Si es que las mujeres somos malísimas ¿no creéis? En fin, lo cierto es que ella le dedicó unos poemas tras su muerte: «Sonetos de la muerte»
En el año 1918, cuando ya era una figura conocida en Chile, fue nombrada directora del liceo de niñas de Punta Arenas. La labor que desarrolló fue importantísima: creó una la escuela nocturna para adultos, bibliotecas… ahí escribe «Paisajes de la Patagonia». En 1922 el gobierno mexicano la invita a participar en el proyecto educativo de la revolución y al mismo tiempo publica su primer libro, Desolación, al que seguirán Ternura y Tala (cuyos derechos estaban destinados a los niños víctima de la Guerra Civil en España). Cuando abandona México viaja por Estados Unidos y Europa. Fue en París donde conoció a algunos de los intelectuales más destacados , entre ellos a Miguel de Unamuno que había sido desterrado por Miguel Primo de Rivera (en esta entrada hablamos de las razones de su destierro). En 1932 recibió el cargo de cónsul de Chile y continuó viajando por todo el mundo, recorriendo universidades y escribiendo.
En 1945 le fue otorgado el Premio Nobel de Literatura (tenía 56 años)Fue la primera vez que un escritor latinoamericano fue reconocido con este premio. En su discurso declaró «Hoy Suecia se vuelve hacia la lejana América Ibera para honrarla en uno de los muchos trabajadores de su cultura. El espíritu universalista de Alfred Nobel estaría contento de incluir en el radio de su obra protectora de la vida cultural al hemisferio sur del continente americano tan poco y tan mal conocido». Os dejo en este enlace el discurso que dieron en la ceremonia (está traducido al inglés)

Gabriela Mistral recibiendo el Premio Nobel
Después de recibir el Nobel, el mundo entero se deshace en elogios hacia ella. Gabriela Mistral es reconocida como una intelectual preocupada por el destino de toda Hispanoamérica, por su participación en encuentros panamericanos, donde ofrece conferencias por doquier, dicta cursos en universidades y ocupa cargos diplomáticos, sin abandonar nunca su actividad poética, que se cierra con Poema a Chile. En 1956 le diagnosticaron cáncer de páncreas, enfermedad que provocaría su muerte al año siguiente.
Si tenéis la suerte de ir a Chile (o vivir allí) podéis visitar el museo que lleva su nombre y si no tenéis la oportunidad creo que, podéis echarle un ojo a su página web porque es muy interesante (pero mucho). Gabriela Mistral es una institución que excede de su propio país, además la única mujer que escribiendo en castellano ha conseguido el Nobel de Literatura, hora es de que la leamos y no olvidemos su obra.
Y vosotros ¿conocíais la vida y la obra de Gabriela Mistral?, ¿os gusta? Feliz domingo y feliz semana.
[…] el nombre y buscar otros que, siendo estupendos, no tienen porque mejorar los suyos reales (a las Gabriela Mistral y Pablo Neruda me […]