MUJERES DE LA «S» A LA «H»

Alguno se habrá quedado perplejo ante el título de la entrada de hoy, pero según vayáis leyendo os daréis cuenta de que tiene sentido. Una de las cosas que más me han gustado de escribir Azaría  ha sido la posibilidad de documentarme sobre la vida de los años veinte e incluso un poco antes. ¿Quieres saber de qué te hablo? Continúa leyendo.

La Primera Guerra Mundial supuso una terrible tragedia que se vivió en toda Europa, pero también trajo consigo un cambio drástico en la forma en la que las mujeres comenzaron a tomar conciencia de su condición y sus derechos. Durante ese periodo las mujeres pasaron de ser meros adornos a ser enfermeras, chóferes, trabajadoras en las fábricas… no había marcha atrás. Con todo, estos aires de cambio llegaron a España unos años después y desde luego no afectaron a todas las mujeres por igual. En las grandes ciudades la posición de la mujer pudo avanzar un poco más que en las provincias, si bien estábamos muy lejos (aún lo estamos) de conseguir una equiparación plena con el hombre.  Las mujeres comenzaron a ir a la universidad, a trabajar como médicas, abogadas, maestras… las más privilegiadas se incorporaron a la Universidad, la mayoría continuaba lastrada por una sociedad patriarcal, conservadora, religiosa y machista en extremo.

Sin embargo la semilla de la emancipación había sido plantada ysupuso incluso un cambio estético importante. Así fueron muchas las mujeres que dejaron de lado la estética de mujer gruesa que se había llevado hasta el momento. A mí me hizo mucha gracia la expresión con la que José Luis Vila-San Juan se refería en su libro «La vida cotidiana en la época de Primo de Rivera» a esas matronas, mujeres con una figura en forma de «S» , lo que quería decir que tenían un busto y un trasero muy prominentes y una cintura bastante estrecha.  Cuando miro las fotos de la época me recuerdan a las palomas con un pecho exagerado. El cambio de mentalidad trajo también un cambio físico en la mujer, mujeres más sanas, mas delgadas (o al menos, normales, sin esa exageración de carnes previa… todo lo contrario que ahora que parece que se nos trata de imponer una delgadez extrema), más activa, que lleva el pelo y la falda más corta, que trata de encontrar su sitio en la sociedad: eran las mujeres con forma de «H»

SEÑORA DE MILLÁN ASTRAY

Señora de Millán Astray

Leyendo el libro de Vila-San Juan al que acabo de referirme anteriormente, incluye un «relato» o artículo de  Julio Camba de los años veinte  que me gustaría transcribir. Se titula «Sobre las mujeres gordas»

«-¿Ha visto usted? -me dice un amigo-. La mujer madrileña se transforma. Ya no hay en Madrid más que chicas delgadas. Es el fox-trot, el agua corriente, la vida al aire libre…

«-No siga usted -le contesto-. No es el fox-trot, ni el agua corriente, ni la vida al aire libre. Es una idea y nada más que una idea: la idea de la emancipación femenina. En cuanto esta idea tan sencilla entra en la cabeza de una muchacha, ríase usted de la tiroidina y demás productos contra la obesidad. Esta idea disuelve las grasas que es un primor, y la muchacha que se la asimila comienza, acto continuo, a perder carnes y a conquistar derechos.

Mi amigo se muestra un poco escéptico.

-No veo -exclama- que haya incompatibilidad ninguna entre los derechos de la mujer y la opulencia de sus carnes. Es más. Creo que las carnes constituyen, precisamente, uno de sus derechos.

-No. Las carnes de la mujer, de constituir un derecho para alguien lo constituyen únicamente para el hombre. En el fondo, no creo que usted aspire a que las mujeres se regocijen en su propia grasa, sino que pretende más bien regocijarse con la grasa de ellas. Es lo mismo que me ocurre a mí con las gallinas. Me gustan gordas, y si protesto en el restaurante cuando me sirven alguna flaca, no lo hago nunca en nombre de la gallina, sino siempre y francamente en el mío.

-¡Hombre! Eso es tanto como suponer en mí una debilidad por las mujeres gordas.

-Yo no sé si a los españoles nos gustan las mujeres gordas como tipo físico o si nuestra clásica predilección por ellas obedece a que el tipo moral de mujer que hemos anhelado siempre no puede darse en las delgadas. Nosotros queremos mujeres caseras, mujeres a las que baste ponerles un par de calcetines rotos en las manos para que ya  no se muevan del hogar hasta las mil y quinientas en que uno se termine su partida de tute  en el casino. El matrimonio,  para una mujer española, ha sido siempre una paciente y silenciosa labor de zurcido, y si alguna vez fracasó, ello sólo pudo ocurrir en las clases elevadas de la sociedad, donde no hay calcetines que componer. ¿Cómo no iba a engordar la mujer española dadas las condiciones de su vida? En provincias todavía quedan muchas mujeres gordas, de pie inverosímil : «¿Por qué son tan gordas esas mujeres y por qué tienen el pie tan inverosímil?» se pregunta el extranjero. Pues, probablemente, también por una idea: la idea árabe de que la mujer es un animal exclusivamente doméstico. Esta idea, mantenida a lo largo de numerosas generaciones ha hecho de la mujer española un ser, que estando admirablemente organizado para sentarse, apenas si se puede tener en pie. Si, amigo mío. La gordura  de nuestras mujeres tiene un origen oriental, pero no un origen fisiológico (…) sino un origen ideológico. y la ideología contraria tiene que responder aun tipo femenino más esbelto y más ágil»

Me llamó mucho la atención este texto cuando lo leí pues me parece certero en muchos de sus extremos. El de la pertenencia de la mujer al hombre,  el de la concepción machista que supone vernos como meros objetos.  Durante muchos años se nos obligó a permanecer en casa, pegadas a la cocina a los hijos, sin redención. Ha sido la posibilidad de ser independientes económicamente, de no subyugarse a nadie la que terminó por traer el fin de cierto tipo de dejadez que se creía que era lo apropiado para nosotras.

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Sin embargo, con el tiempo nos las hemos sustituido la gordura de entonces, por la esclavitud de la delgadez extrema impuesta por modistos y gurús de la moda adictos a una mujer imposible. Las mujeres delgadas de entonces, son las mujeres normales de ahora, las que ya sea como abogadas, maestras, actrices, médicas, enfermeras, juezas, políticas, amas de casa… luchan por dar lo mejor de si mismas  a la sociedad, por ser reconocidas económica y socialmente.  Puede que pronto tengamos la posibilidad de dejar a esta mujer «I» para retornar a la mujer «H». Exigirnos unas medidas propias de la anorexia sólo puede ser otro tipo de esclavitud, física y mental, otra manera de subyugarse a lo que la sociedad pretende que seamos y eso es muy distinto de estar sanas.

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Categorías: ¿QUÉ ES "AZARÍA"?

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