Debería haber comenzado enseñando el lugar donde yo escribo y puede que lo haga, pero la verdad es que me interesa mucho más conocer el lugar de trabajo de otros; dónde y cómo se inspiran; qué rutinas tienen para escribir; por qué han elegido un sitio u otro; los enseres de los que se rodean; las manías y sus libros. Creo que esas pequeñas cosas muestran, al menos, una parte de lo que somos.
He comenzado con una de las personas que es más importante para mí, no sólo como escritora, sino también a nivel humano: Laura Castañón. Los que la conocéis sabéis de su calidad humana (y por supuesto como escritora) y de su hermoso ventanal. Hoy, la autora de Dejar las cosas en sus días (Alfaguara) y La noche que no paró de llover (Destino) abre las puertas de su «estudio de verano». Os dejo con sus palabras y las fotos que ha enviado, creo que son tan hermosas que no podréis despegaros del ordenador. Me callo y la dejo hablar…
No es que sea exactamente aquí donde nacen las novelas. Las imágenes surgen en cualquier momento y en cualquier lugar, en mitad de cualquier otra cosa o de cualquier otro pensamiento. Alguna surge incluso en mitad de un sueño. Pero es aquí donde se cuecen, donde se traducen en palabras, en estructuras, en páginas.
En realidad, no es del todo cierto. Yo, que leí muy joven Una habitación propia, no tengo exactamente una habitación para escribir en esta casa. Mi estrecha relación con la fibromialgia que me condena a pasar en la cama más tiempo del que me gustaría, ha convertido mi propia habitación en una especie de estudio gracias a una mesa de Ikea que se acopla a lo ancho de la cama y donde suelo escribir cuando no me encuentro del todo bien.
Este, en cambio, es el estudio de verano, y en realidad es una terraza cerrada que aguarda tiempos mejores y pide a gritos, como el resto de la casa, una reforma. Es un rinconín con plantas y mar, y no sé si puede haber un lugar mejor en el mundo. El mar, claro, el mar.
Poco más se puede decir: Suelo levantarme muy temprano para escribir y hay pocas cosas mejores en el mundo que ver cómo amanece por el este mientras se enhebran palabras.
Es cierto que a veces el mar también es una fuente continua de distracciones y entonces piensas que vaya, que igual habría sido mejor sentarse frente a una pared en lugar de perder la mirada en las olas, en el cambiante paisaje de las mareas, en la forma en que el viento juega a despeinar la espuma, en los cambios de estación.
A veces también, las horas se van en la pura contemplación. Pero igual resulta que eso no deja de formar parte del proceso. Quién va a decirme que eso no es también escribir.
Y hasta aquí la presentación de «donde nace la magia». A mí me ha encantado, puede que sea porque Laura es irresistible.
¿Dónde escribís o leéis vosotros?, ¿dónde permitís que la magia crezca? Estoy deseando escucharos.
Margarita Hans
29 septiembre, 2017Qué marco más inmejorable para escribir. Tomo nota Anabel, y tomo nota Laura, de ese diario de Virginia Wolf y de esos libros de Laura. Yo me temo que escribo donde puedo, en cualquier parte y lugar. Tampoco tengo una habitación propia, si no que voy haciéndolo donde me dejan un poquito de hueco, ja ja.
De todas formas, sí es cierto que también tengo mi costumbre. Me gusta que a mi alrededor haya orden, alguna planta, por supuesto, una vela, a veces pongo música suave, otras no. Cuando escribí el libro que presento ahora en octubre lo hice sin música, y a veces, con música de misterio de fondo. Puedes encontrar todo tipo de música hoy en día, ja ja.
Muchos besos Anabel. Me encanta esta sección. 😀
Anabel
29 septiembre, 2017Querida Margarita:
Seguro que tienes un huecoque te agrada especialmente, hablas de orden, plantas y velas… eso me suena a que algún lugar síq ue tienes. Me alegra mucho que presentes el libro en octubre ¿dónde será? Esero que vaya muy, muy bien. Un abrazo fuerte